Haz que el apego valga la alegria y no la pena

Haz que el apego valga la alegria y no la pena El apego continuamente merece la pena, a cualquier antiguedad, en todo coincidencia… no obstante, hay que tenerlo Cristalino, nunca nos sirve cualquier arquetipo sobre amor. Nunca el que hace dano, no el que te quita el aliento y provoca que dejes sobre acontecer tu mismo, como si algo en ti se deshilachara en el ovillo insufrible de la infelicidad. Nadie llega a este mundo siendo un autentico guru de estas relaciones afectivas. Todo se aprende, cualquier se padece, se llora, se rie y se aprende. Porque somos criaturas que obtenemos el conocimiento de las emociones mas fuerte, esas que nos parten por la mitad o que a su vez, nos enriquecen como almas sabias con el corazon abierto. El amor es una peripecia asi­ como a la oportunidad, un salto al vano. Arriesgarse siempre merecera la pena si contamos con el paracaidas de nuestra autoestima, y sobre esa madurez con la que, saber establecer limites asi­ como prioridades. y la prioridad, es invariablemente tu dicha. Tu alegria. ?Como Adquirir que el amor valga mis alegrias asi­ como nunca mis penas? No hay una formula magica que nos sirva a todo el mundo por igual. Cada alguno de nosotros contamos con una leyenda propia, con unas necesidades, con unos valores y a su ocasion, con una manera de comprender las relaciones personales. Actualmente bien, Ya que todo el mundo ansiamos ante todo acontecer felices asi­ como nunca soportar, es necesario que tengamos todo el tiempo en cuenta estos interesantes pilares que te podri­an ser de orientacion. 1. Nunca idealices a la cristiano amada Mas de una vez te habras sorprendido a ti mismo/a hablando con alguien en tu pareja: “Es el hombre/ la mujer ideal. Solo con mirarme sabe lo que siento, me permite reir y sonar, es perfecta/o en todo. Tengo la fortuna inimaginable.” Puede que mismamente sea, puede que esa alma cuente en verdad con mayusculos virtudes, no obstante, nunca te desboques ni veas el universo con esas gafas veladas que nos impiden ver la autentica certeza. […]